Es impresionante ver como las personas, a pesar de los traumas, guerras, abusos, violencia, abandonos, pobreza, familias desestructuradas, accidentes, enfermedades, eventos dolorosos sufridos incluso desde la más tierna infancia, pueden tener una evolución positiva en su adultez y pueden llevar una vida plena. La investigación se ha ocupado de entender cómo y porqué esos niños, esas personas, superan cualquier expectativa. Cuáles son sus características y como consiguen superar esos límites y esos traumas.
Werner y Smith (1982) propusieron el término “resiliencia”, que viene de la física y significa la capacidad de un cuerpo para resistir una fuerza abrupta o persistente, y volver a su forma normal, para describir la capacidad de las personas de superar las circunstancias desfavorables de la vida. El término también se utiliza en biología para describir la capacidad de auto reparación de un organismo o tejido tras un daño. Y en ecología, a mayor variedad medioambiental del ecosistema más capaces serán las especies de sobrevivir, serán más resilientes. También en informática se utiliza para describir la capacidad de un sistema operativo para adaptarse a las condiciones de uso y desgaste.
Así, esta metáfora la recoge la psicología y la sociología para referirse a la capacidad de las personas para soportar las dificultades de la vida manteniendo e incluso mejorando al mismo tiempo sus recursos personales, morales y sociales, haciendo frente a los eventos estresantes, superándolos y continuar creciendo de forma positiva.
Como explicación, la neurociencia apunta a la plasticidad del cerebro del sujeto traumatizado, reorganizando y reactivando circuitos neuronales de bienestar.
La psicología se debate entre si se trata de un rasgo de personalidad, y como tal fijo y estable en el tiempo, y que se puede medir, y los que lo consideran más un proceso dinámico y variable.
Es decir, no se nace resiliente, pero con unos factores de protección dados se puede llegar a superar las adversidades de la vida que podrían comportar un riesgo grave de psicopatología y salir transformado y fortalecido. Y seguramente son las dos cosas: en parte rasgo, y por lo tanto disposicional y en parte proceso y como tal dinámico. Lo que abre la puerta a que se pueda cultivar y modelar.
La resiliencia requiere flexibilidad para adaptarse a las circunstancias adversas, y capacidad para mantenerse, desarrollarse y crecer a pesar de las condiciones y trauma incluso apoyando al grupo que se ha visto afectado por el mismo evento. El ambiente también puede apoyar al individuo, nutriendo desde la familia o instituciones.
Se han identificado diferentes características de la persona resiliente: la autonomía, la capacidad de resolución de problemas de forma eficaz, las habilidades sociales y las intenciones futuras, una autoestima positiva, independencia, automotivación, locus de control interno que significa que la persona interpreta los resultados como consecuencia de una acción interna y no causa de fuerzas externas sobre lo que no se tiene ningún control. Esto empodera a las personas porque reconocen su capacidad, planifican y toman acción.
Son también personas con esperanza, y piensan de manera crítica, cuestionando y no dando por hecho, también piensan de forma creativa y constructiva. Tienen objetivos claros, coherentes con sus valores, planifican, toman acción y se comprometen con el cambio. Son además personas empáticas, con sentido del humor y habilidades de comunicación.
Por el contrario, las personas con baja autoestima, dificultades para tener relaciones interpersonales positivas y saludables, rabia y agresividad, comportamientos destructivos, hiperactividad, adicciones a sustancias, expectativas inadecuadas, que es diferente de la esperanza, pobreza, desarraigo, escaso vínculo a las figuras parentales (aunque esto se podría discutir ya que precisamente personas que no han tenido ningún tipo de vínculo con figuras parentales y sí con instituciones, han mostrado resiliencia y consiguen llevar una vida plena).
A nivel comunitario la sociedad también tiene algo que decir para favorecer la resiliencia de sus ciudadanos, luchando contra la pobreza, facilitando espacios de participación, cohesión social y solidaridad desde la escuela, promocionando el bienestar de los niños y los jóvenes.
Existen diferentes modelos que intentan explicar el fenómeno:
- Richardson, 2002, integra la perspectiva de la resiliencia como rasgo de personalidad con una base genética y biológica con la parte de proceso, aplicable a individuos, parejas, familias, escuela, comunidad y grupos, con cualidades resilientes que se nutren y se y puede volver al equilibrio reforzados después de una circunstancia adversa.
- Kumpfer, 1999, por su lado, propone un modelo teórico con los factores influyentes: acontecimientos estresantes, contextos ambientales, procesos transaccionales entre la persona y el medio ambiente, factores de resiliencia interna, procesos de resiliencia, adaptación y reintegración.
Y es que el estrés y sus efectos no están en función del evento en sí mismo sino de como el individuo y la sociedad lo perciben y valoran. Esa interpretación y valoración es la que hará posible una respuesta de adaptación y superación o no.
También desde la biología se apunta que la resiliencia no es solo un constructo psicológico, sino que tiene una parte fisiológica muy importante que y está relacionada con la salud física y psicológica.
Nuestra fisiología desarrolla ajustes por parte del sistema neuroendocrino, el sistema nervioso central y el sistema inmunológico para mantener la homeostasis en el cuerpo, equilibrio en los sistemas y tejidos, y estos cambios se generan cuando nuestro cuerpo está en alostasis, es decir, en respuesta a una situación estresante o exigencias del ambiente. Sin embargo, si este estado alostático, de esfuerzo de adaptación, se mantiene en el tiempo, se pueden llegar a producir daños en la salud.
Los individuos resilientes tienen más capacidad para experimentar emociones positivas, incluso en situaciones de ansiedad y estrés, con lo que reducen su activación cardiovascular, reduciendo también el riesgo de lesiones y problemas en este sistema.
También se han encontrado correlatos neuronales, una activación en la ínsula, implicada en los procesos de toma de decisiones y procesamiento de las emociones, ante los estímulos negativos permite a las personas resilientes preservar sus recursos físicos y mentales con el consiguiente bienestar físico y psicológico.
Y si la capacidad de resistir y crecer ante los embates del ambiente tiene un correlato fisiológico, también la enfermedad, como circunstancia adversa tiene se ve afectada ante la resiliencia. Las personas positivas y flexibles pueden aceptar mejor los cambios, también en el ámbito de la salud. Convirtiendo la enfermedad en un desafío más que creen que pueden superar, lo que ciertamente incide en un mejor curso de esta. Y es que el optimismo está directamente relacionado con la mejora de la salud física y mental.
Con optimismo, los problemas se ven como solucionables, las relaciones personales son más saludables, y el buen humor definitivamente impacta en nuestro sistema inmunológico, nuestro organismo produce endorfinas y catecolaminas, y se benefician sobre todo nuestro corazón y nuestros pulmones.
Para concluir, hay que recordar que no es lo que nos pasa sino como interpretamos lo que nos pasa. Lo que hacemos con lo que nos pasa. Las emociones que podamos sentir vienen dadas por la valoración o evaluación que hagamos (appraisal) y también por como afrontamos (coping) esas situaciones adversas. Y se da una realimentación, es decir, cómo evaluamos influye directamente en la solución o problema, por lo que ese informe se revisa (reappraisal) y esta reevaluación incide en el tipo o intensidad de la emoción experimentada. Por lo tanto, la evaluación incide en el proceso de generación de emociones, que a la vez tiene un impacto en como afrontamos o solucionamos los problemas del ambiente, lo que a la vez influye en nuestras emociones, modelando y ampliando nuestra resiliencia. Con los correlatos a nivel fisiológico y de salud ya comentados. Y así con cada nuevo reto.
>Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino>>. Viktor Frankl