Me especializo en ver y notar como se da la experiencia humana tanto en mi como en mi cliente. Lo hacemos juntas. Y mi cliente va a notar lo que necesita ver a cada instante. Desde la base de que el cambio que busca se da de dentro a fuera y momento a momento, como todo lo demás, lo que menos importa son mis conocimientos o mi opinión.
Su sabiduría e inteligencia va a estar ahí, nos demos cuenta o no, como la gravedad. Y esa es la clave, el principio activo que le va a ayudar a conseguir esa mejora que busca en alguna área de su vida y a fortalecer su resiliencia en un cambio global que se mantiene a largo plazo. La persona se empodera de ese cambio y puede seguir creciendo de forma autónoma sin depender de un agente externo.
La técnica es la escucha, la presencia, el puro estar ahí. Mi cliente es el protagonista de un espacio de confianza y seguridad donde puede escuchar sus propios insights.
Mi cliente y yo somos energía y sabiduría en acción, y en ese espacio podemos notar el paradigma en el que habitamos y buscamos la neutralidad, la página en blanco. Es ahí donde mi cliente, como cualquiera de nosotras y en cualquier momento, puede tener un pensamiento que le cambie la vida. Solo que en ese lugar de presencia la guía que necesita se va a manifestar de una manera especial, con calma y seguridad.
Normalmente creemos que lo que pensamos es “la verdad”, pero solo es un pensamiento. Desde la quietud podemos discernir lo que es un pensamiento, que por naturaleza es ilusorio, una buena idea o nuestra sabiduría. Podemos entender de dónde vienen las “ideas”, tanto las buenas como las “malas”. Tenemos una creatividad innata e infinita que viene de la misma fuente creadora, la misma que da vida a toda la naturaleza.
Esa creatividad también nos sirve para navegar la adversidad y conseguir nuestros sueños. Y para fortalecer nuestra resiliencia y llegar a ser nuestros mejores amigos.
Todo lo que pensamos es temporal, pero los validamos y eso los solidifica, los intensifica. Entonces entra en juego la emoción. Precisamente cuando notamos mucha emoción o malestar intenso es la alarma para darnos cuenta de que nos estamos creyendo demasiado nuestros pensamientos. Y los pensamientos no quieren decir nada fijo o verdadero de la realidad ni de nosotros. Solo son pensamientos.
Si nuestra experiencia se da de dentro a fuera, es decir, filtrada por nuestros sentidos e interpretada por nuestros pensamientos, podemos explorar sin saber a donde vamos a ir, sin saber seguro adonde nos va a llevar la sesión. Explorar curiosamente para entender qué es lo que realmente necesita mi cliente. Muchas veces no es lo que traía a la primera sesión. Aquello estaba marcado por una expectativa, pero cuando se escucha desde el corazón lo que viene es nuevo, inesperado y brillante.
No es que no vayamos a conseguir los objetivos marcados, claro que sí, pero desde un entendimiento profundo, no quedándonos en la punta del iceberg sino trabajando a fondo para una transformación que se da de forma orgánica y que es duradera. Es muy importante visualizar, notar, traer a la mesa, los propios filtros y resistencias que están causando limitaciones para conseguir el cambio o la mejora que buscamos en repetidos intentos fracasados. Son sesiones llenas de tomas de conciencia.
Desde la presencia y la neutralidad mi cliente va a encontrar claridad, libre de juicios, va a aprender a notar su nivel de conciencia y va a saber guiarse hasta su bienestar. Juntas vamos a entender cómo ve la realidad y cómo funciona su mundo interno. Es un viaje sin retorno con la escucha como hilo conductor.
Es una colaboración que refuerza la confianza de mi cliente en su recursividad. Aunque venga buscando pautas o consejos escuchamos su sabiduría porque ahí va a estar lo que le sirve. La presencia y la escucha desde la serenidad es lo mejor que le puedo aportar. Desde ahí vamos a recalibrar y cocrear. No es lo que yo le pueda facilitar sino lo que ella pueda ver o notar momento a momento. Es su sesión, es la protagonista.
A veces no encuentra lo que busca, pero seguro que es lo que necesita. Estoy presente en mi cliente y estoy presente en mí, porque dentro de mí también pasan cosas, pensamientos, emociones, creencias, valores en funcionamiento, dar importancia… porque la creatividad es universal. Pero es la de mi cliente la que cuenta, por eso lo más importante es mi escucha y su propia escucha, sintiéndonos enraizadas. No perderse en la historia sino encontrarse con la persona. No querer “arreglar” a mi cliente ni darle solo lo que busca, sino dejarle que encuentre su propia guía para lo que en realidad necesita, que su propia luz le ilumine el camino.
Descubrir la esencia intocable que esta en todos los seres a pesar de circunstancias y el dolor que a veces las acompaña es muy poderoso.
Un coaching basado en los principios universales que rigen el comportamiento humano. Un entendimiento conectado al amor incondicional desde donde explorar de forma curiosa y segura y sin ruido, hasta encontrar las respuestas. En coaching hablamos de preguntas poderosas, pero lo importante son las respuestas certeras para llegar a una profundidad que es a la vez faro y guía.
Mi valor es mi presencia y mi neutralidad. Y entender más y más sobre como ve el mundo mi cliente. Todo lo que pueda haber aprendido en tantos años de formación y experiencia queda a un lado para explorar juntos algo nuevo desde cero y cada vez. Y eso es mágico.
¿Quieres que exploremos junt@s?
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